Yemayá, la esencia del amor y el cuidado, ilumina el mundo con su comprensión y gracia. Como la guía espiritual del panteón yoruba, simboliza no sólo el amor, sino también la justicia. Su temperamento, aunque generalmente sereno, puede tornarse tempestuoso si se siente ofendida. Sin embargo, su ira siempre es justa y equilibrada, comparable a la sagrada palabra de Obbatalá.

Nacida como la primera deidad cuando Olofi aspiraba a moldear el mundo, Yemayá aplacó el fuego dominante con sus aguas, estableciendo el fundamento de la vida. Junto a Obbatalá, su eterno compañero, dieron origen al panteón de orishas.

Ella es el reflejo de la creatividad y el amor maternal en su máxima expresión. Su energía es buscada por aquellos que enfrentan complicaciones en la maternidad. Como espejo de la luna y emblema de la feminidad, Yemayá encarna la dualidad de la fuerza y la delicadeza, aunque algunos creen que su orgullo puede eclipsar su ternura.

Patrona de los mares, Yemayá vela por los marinos y se le asocia a menudo con la Virgen de Regla. Su influencia es evidente en partes del cuerpo como el útero, el hígado, el pecho y las caderas. Las plantas que resuenan con su esencia incluyen el bejuco ubi, laisimón, culantro, malanga, majagua y la sábila.

Sus devotos, al invocarla, tocan reverentemente el suelo y besan sus dedos en señal de respeto. Su presencia se simboliza a través del sol, la luna llena, anclas, salvavidas, barcos, remos, llaves, estrellas y siete brazaletes de plata. Los collares que adornan a sus seguidores se intercalan con siete cuentas de cristal y siete azules. Ofrendas comunes para ella incluyen quimbombó, plátanos, naranjas, manteca de corojo y pescado, mientras que los sacrificios varían desde jicoteas hasta carneros y gallinas.

En resumen, Yemayá es un faro de esperanza, amor y guía en la tradición yoruba, y su legado continúa inspirando y protegiendo a generaciones.